La peregrinación al Santuario del Señor de la Ascensión de Cachuy
es una de las festividades religiosas más importantes de Lima. Postrarse frente
a una imagen de Cristo es el premio a tanta devoción y resistencia.
Hilda Flores anda descalza. Las medias rotas hacen poco o nada
para proteger sus pies de las dificultades de la ruta. No es un camino fácil.
En el suelo, polvoriento y rocoso, se mezclan basura acumulada por años de
peregrinaciones, astillas de madera que se clavan en la piel y esquirlas de
piedras que provocan cortes.
Cualquier herida, inevitablemente, queda
cubierta por una costra de tierra. Pero nada de eso desanima a Hilda.
"Estaba mal de salud. Le pedí al Señor que me dé fortaleza para superar
eso y lo hizo. Así que, en agradecimiento, le ofrecí subir sin zapatos. Pensé
que me dolería, pero no me duele nada. Ni siquiera estoy cansada",
manifiesta tras unas cinco horas de ascenso.
Como Hilda, miles de devotos hacen promesas al
Señor de Cachuy. Algunos suben descalzos, otros cargan imágenes del Cristo o
incluso mercadería para vender. Durante la festividad se combinan la fe y el
negocio. Jaime Távara es un heladero de 60 años.
"La devoción te ayuda a la venta",
dice. Los helados se le acabaron tan rápido como el malestar físico que sentía.
"No tenía fuerzas, las piernas se me doblaban. Le dije al Señor que me
ayude y la carga se hizo liviana. Subí como un 'chibolo'. Así es la fe",
agrega.
Destino religioso
El pequeño pueblo de
Cachuy está a más de tres mil metros de altitud, enclavado entre las montañas
de Yauyos y sin acceso vehicular. Normalmente no
viven ahí más de 150 personas, pero el 14 y 15 de mayo de 2015 amanecen cientos
en sus calles.
"Los fieles subimos hasta aquí porque el
Señor lo ha querido así", afirma Etelvina Barraza.
La leyenda dice que
una pequeña figura de Él se dejó ver allí. Cada vez que esta
era movida a otro lugar, desaparecía y regresaba al sitio de la primera
aparición. Por ello se decidió construir ahí su santuario, y con él nació el
poblado.
La mañana del 15 mayo, último día de la fiesta,
los fieles se abren paso entre restaurantes improvisados y puestos ambulantes
que venden recuerdos religiosos. La
meta es llegar al templo, encender una vela y postrarse ante el Cristo. Pero
lo más importante es lograr bendecir una imagen del Señor para llevar a casa y
luego oír la misa.
Ese día el cura elige un pasaje del Evangelio de
San Juan. "Os volveré a ver”, dice Jesús en el capítulo 16, versículo 22.
Esas palabras son las que quieren oír los fieles, quienes esperan reencontrarse
con el Cristo de Cachuy el siguiente año. Texto: Diario Correo. Video: Canal N - Hernán Medrano
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