Correo.- Estamos a 3600 m.s.n.m. sobre el lomo
de un caballo, empezando la ruta ancestral de la Reserva Paisajística Nor
Yauyos-Cochas, entre Junín y Lima.
Luego de atravesar un paraíso de montañas
llamado Canchayllo, la mula se detiene en el Bosque de Puyas. Estas gigantescas
plantas de 18 metros están en peligro de extinción, pero aquí, en el corazón de
Jauja, 230 mil de ellas viven durante 100 años.
Décadas atrás, los comuneros creían que estas
plantas eran carnívoras, porque las filudas garras de sus cuerpos atrapaban a
sus animales. Pero hoy ya nadie les teme.
Los turistas pueden acampar en la zona y
apreciar zorros, pumas, vizcachas y colibríes gigantes. O retornar a Canchayllo
-a solo 20 minutos-, donde pobladores como Marcelo López, presidente de la
Asociación Rural Comunitaria, han adaptado sus casas para el turismo vivencial.
Nosotros optamos por esa última opción.
Sabrosas truchas. Tras comer truchas recién
pescadas y papas recién cosechadas, enrumbamos hacia la Hacienda Pachacayo,
sede de la SAIS Túpac Amaru; la única empresa ganadera de la zona que
sobrevivió a 10 atentados terroristas.
Aquí se tiene la mayor producción de ovinos raza
Junín, se producen 200 toneladas anuales de trucha en piscigranjas, y se crían
vacas para hacer yogurt ecológico, queso fresco, mozzarella, manjar blanco y
mantequilla. Si hay tres cosas que debemos hacer en la vida es probar sus
productos, la leche ordeñada de sus vacas y el agua de los manantiales. Los
sabores son únicos.
La furia de un Dios. El segundo día en la
reserva, conocimos a la deidad más importante del Tahuantinsuyo: el Apu
Pariacaca. Para llegar aquí es ideal instalarse en Tanta, un bello pueblo de
Yauyos a seis horas de Canchayllo, donde el trueque sigue siendo una forma de
vida. Hasta hace un año, Norma Soto, presidente de la Asociación de Turismo
Comunitario de la zona, tejía a cambio de papas y granos de otras comunidades,
pero ahora ha ampliado su actividad al turismo.
Aquí, a más de 4200 metros de altura, los
pobladores nos reciben con danzas típicas y comida caliente, antes de guiarnos
a nuestro destino. Media hora es suficiente para avistar los trazos empedrados
de Pirca-Pirca, donde vivían los "Llacuas", etnia 800 años más
antigua que los incas y fiel seguidora del Apu que buscamos.
Los tanteños desafían nuestras fuerzas y nos
llevan hacia un punto aún más alto donde se aprecia la laguna Piticocha, y por
fin, el nevado Pariacaca. A sus pies cruza el Camino Inca que conecta Jauja con
Pachacámac.
Tour místico. El tour místico entre Canchayllo y
Tanta forma parte del proyecto "Caminando con el Apu Pariacaca" del
Grupo GEA, que busca incorporar el turismo rural a los caminos ancestrales de
la reserva.
Mientras soplamos tres hojas de coca para pedir
un deseo al Apu, apreciamos el paisaje salvaje que nos rodea. El cielo amenaza
con lluvias y granizadas, y el suelo está colmado de enormes rocas. El
escenario es propio de un lugar donde se vivieron cinco días de batalla entre
el mítico Pariacaca y Haullalo Carhuincho, a causa de la unión de sus hijos.
Dejamos las tres hojas, el deseo y un caramelo
bajo una piedra que mira al Apu. Los comuneros saben que una ofrenda aplaca su
furia y los protege. El recuerdo de aquella guerra está fresco. El dios andino
se niega a morir.
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