Manuel A. Gago (magm@terra.com.pe).- Padre amado; gracias por la vida, por haberme creado a
imagen tuya, por acomodar mis huesos y mis órganos antes de la creación del
universo, por ser único como todos y no un accidente ni el final de una
evolución.
Te amo y me someto a tu voluntad con gozo y humildad. Te
agradezco por lo mucho o poco que de ti recibo. Estoy feliz con lo que soy y lo
que tengo. Gracias por no darme más porque me alejaría de ti y gracias por no
darme menos porque renegaría de tu bondad. Estoy en deuda por los dones y los
talentos puestos en mí, los cuales debo de multiplicarlos porque si más recibo
de tus manos, más es mi responsabilidad.
Gracias por los padres destinados para mi crianza. No
pudieron ser mejores y no creo haberlos defraudado. Gracias por mis amigos y
tantas personas usadas para mi bien de tantas formas. Gracias por librarme de
los ruidosos y de los que hacen la maldad, por cuidarme en tantas
circunstancias en las que me pude haber dañado o pude haber dañado a otros por
algún comportamiento equivocado que hubiera haber tenido. Gracias por la
sabiduría que a diario invoco para conducirme de acuerdo a tus planes y por la
fortaleza que pido a gritos para defender tu palabra y lo correcto en toda
circunstancia. Gracias por tus cuidados, por dirigir mi vida, por mis planes
que pido sean los mismos que tienes para mí.
Gracias Padre amado por cumplir la más grande de tus
promesas, la de enviarnos a tu hijo Jesús, motivo de esta oración en esta
fiesta navideña. Es el cumpleaños del Cristo el Salvador. Soy pecador y pido tu
perdón del mismo modo como debo perdonar siempre cualquier ofensa. Amén.
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