miércoles, 31 de agosto de 2011

Ortigal, rindió homenaje a la patrona de América

Por: Manuel Madueño Ramos
Adap. Beto Serquén

El 30 de agosto, Ortigal rinde homenaje a “Santa Rosa de Lima, Patrona de América y las Islas Filipinas”, una de las santas más queridas de América, para el mundo de los católicos. Lo celebran apoteósicamente con orquesta típica folclórica y Banda de Músicos. Este anexo está a más de 4000 msnm, cerca del cielo donde los aviones cruzan al alcance de la mano, hasta se siente al aliento del Señor. A una hora de camino hacia el este nos encontramos en los límites de Lima con Huancavelica. Empieza la helada puna, las lagunas de “Iscaycocha”, “Tutacocha” y “Qoricocha”, de ellas surgen riachuelos que aumentan el caudal del río “Auquichanka”, finalmente éste desembocar en el Cañete.

Historia del pueblo y su escuela
Hasta 1952 Ortigal no existía. La población se asentaba en “Ucor Wasi” o “Qanto Corral”, posiblemente desde el tiempo de los inkas. En lugar está sombreado por un inmenso collado, donde vivían Santiago Lume Chinchón, Valerio Chávez y su esposa Prisciliana, Fortunato Ordóñez Huari, Inocencio Huari, Miselino Pariona Espinoza, etc. Por el poblado derecho desciende “Achachaqmayo”, un afluente del río “Cuyo” que baja de los manantiales de “Illahuasi” y “Veracruz”, montañas cubierta de quinuales, pitajayas, chayaras y miles de plantas y arbustos silvestres; desde la distancia se observa como una prominencia negra, propiedad de Juan Onofre Chinchón Ramos Girón.

En 1940, en “Qanto Corral” o “Ocur Wasi” empezó a funcionar una escuela particular solventado por los padres de familia. La primera profesora que llegó a trabajar fue doña Esperanza Pariona Quinto hija de Policarpo Pariona Huari, natural del lugar, radicaban en Lima y a insistencia de su padre tuvo que viajar desde Zúñiga a dos días de camino en acémila. Estuvo por espacio de tres años. En 1944, la escuela se oficializó haciéndose cargo la profesora Filomena Mendoza Huari de Víñac, venía reasignada del pueblo de Azángaro, luego la profesora Nieves Madueño Ramos; al año siguiente la reemplazó doña Juana Chaupín de Zavala, natural de Yauyos.

En 1952, la escuela se trasladó a “Espíritu Pata” donde el pueblo había construido un nuevo local; los pobladores lo bautizaron con el nombre de Ortigal; nombre viene por la ortiga que crece al borde de los andenes. Es una planta herbácea, sus tallos y hojas están cubiertas de espinitas, al leve roce de la piel produce escozores formando ronchas. El local tenía dos aulas. En la pared exterior estaba empotrada una pizarra pintada de color verde, que hasta ahora existe; allí se formaban los niños y jugaban en el recreo, aparte de escaparse por el campo en busca de “Antaylumas”, pequeña fruta silvestre que abunda en los cercos y andenes, especialmente en los meses de abril y mayo.

La escuela era el único edificio. Los pobladores vivían demasiado lejos. Las casas más próximas eran de doña Felicita Alva Cusipuma, de los hermanos Clemente, Blas y Nemesio Huari. En la parte alta del cerro a un km. de distancia se halla “Cebada Pata”, domicilios de los hermanos Rosario y Bonifacio Mora Leyva y sus respetivas esposas “yanacones” y pastores.

A la hora de ingreso a la escuela, los niños aparecían de la cumbre de los cerros, del resquicios de las quebradas, de lugares inimaginables, sólo localizable por el espiral de humo que despedía sus chozas que se elevaban al cielo: “Ispachi”, “Qanto Corral”, “Toma”, “Pallka”, “Veracruz”, “Pallqacancha”, “Ayacerca” “Totora”, “Q’uñe”, “Juchpanco”, “Cebada Pata”.

La fiesta a Santa Rosa
El 30 de agosto de 1952, era un gran acontecimiento, se iniciaba la fiesta a “Santa Rosa de Lima”. Ese año contrataron la Banda de Músicos del pueblo de Apurí. Un año antes nombraron a sus mayordomos para que atiendan a los músicos. Llegaron a la festividad hombres y mujeres de todas partes: Viñac, Madeán, Yuncaipara, Vizcaya, Isoachi, Tayamarca, las damas con sus vestimentas multicolores que le llegaban hasta el suelo; los jóvenes dejan la hoz en los trigales y llegaban en grupos emponchados. Los campesinos apenas escuchan la música, encierran sus animales en el redil y se alistan para ir bailar. Para entonces no había capilla para colocar la imagen de la Santa, menos llegaban sacerdotes, ni curas; sólo algunas mujeres cantaban tonadillas religiosas.

El baile se iniciaba en el patio de la escuela. Se zapateaba día y de noche; mientras los mayordomos hacían recorrer vasos de “chamiscol” (agua hervida, limón y azúcar). Y la alegría continuaba hasta el amanecer. Al día siguiente se realizaba el campeonato de fútbol y el voleibol. No tenían campo deportivo, tenían que caminar media hora hasta “Veracruz”, éste era un inmenso campo natural, los jugadores llegaban cansados, colocaban los arcos y esa misma tarde terminaban de jugar; posteriormente compraron un terreno debajo del poblado donde actualmente se encuentra.

Al amanecer del 1º de setiembre la fiesta había terminado, después de tres días de frenético baile, donde muchas parejas se enamoraban, otras se fugaban jurándose amor eterno, después de un año volvían con un hijo sobre sus espaldas. Se despedía la Banda de Músicos, las damitas suspiraban hondamente con nostalgia. Todo se había consumado; sin embargo el eco de la música resonaba en nuestros oídos por espacio de varios días.

Recuerdo nítidamente las personas que bailaban alegremente. Muchos ya no se encuentran con nosotros, quizás danzando en grupos en el cielo: Santiago Lume Chinchón, Aquiles Ramos Mendoza, Inocencio Huari, Uldarico Moran Pariona, Clemente Huari, Ricardo Lume Huari, Guzmán Gonzáles, Damiana Madueño Alva, Umberdina Moran Pariona, David Huari Alva, Cirila Ramos Mendoza, Anselmo Huari y esposa Terensia Leyva, Celso Cárdenas, Valentín Lume Alva, Casiano Pariona Huari, Amador Sulluchuco, etc, etc.

El Ortigal de hoy
Actualmente el anexo de Ortigal, es una ciudad planificada, con calles delineadas, una capilla con dos torres, un local comunal, una escuela con varias aulas, losa deportiva, agua potable y vía de comunicación de Cañete y Huancayo, llegan tres veces a la semana llevando artículos de la costa. Nada falta. Después de muchos años he vuelto a los lugares de mi primera infancia donde aprendí amar, estudiar a perdonar y a jugar; mis amigos de antaño han desaparecido, sólo algunas personas desconocidas merodean por sus calles solitarias llenas de recuerdo. La mayoría se van al campo pastar sus ganados y otros labrar la tierra desde que raya la aurora hasta que cae la tarde. Solo que en este 30 de agosto de olvidarán de todo para volver a bailar, enamorar y seguir la ruta de su destino.

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