Escribe: Luis Pérez.- Un nevado,
una montaña sagrada, una deidad de la cosmovisión andina, el Pariacaca es un destino soñado para
los caminantes que visitan la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas.
Al rayar el día, los exploradores
se engríen en los brazos de Morfeo. No hay signos de despertar. Se van de
largo. Claro, es obvio que eso sucedería luego del extenuado y larguísimo recorrido que realizaron por el
Qhapac Ñan o Camino Inca, para encontrar la ruta que los llevaría a Tanta
(Yauyos, Lima), el pintoresco pueblito que acoge a todo explorador
consumado o principiante que desea conocerte.
Eso ya lo sabes. Total, las personas que viven en
armonía con la naturaleza de tus dominios, aseguran que eres capaz de observalo
y oírlo todo, hasta la voces más lejanas. Por eso fuiste una de las deidades más importantes del
Tawantinsuyo y la blancura que te
corona es señal de experiencia. Así que será en vano que te cuente los
pormenores de la travesía.
No importa. Igual voy a hacerlo. Me lo impone mi
labor periodística. Así que te comento que los
expedicionarios ya se alejaron del profundo sueño. Algunos le echan la
culpa a la banda de músicos que estuvo ejecutando marchas procesionales durante
la madrugada. Otros aceptan que fuiste tú quien los envió a la cama por más
horas. En fin. Sea como sea, todos desayunan una buena trucha frita preparada
por doña Gloria Reyes, antes
de iniciar última parte de su aventura: llegar a ti.
Es así que el
guía local, David Hilario Quiñones, señala la ruta que será marcada por las huellas de
los caminantes. Ellos van lento, rápido, lento. No importa el ritmo. La idea es
llegar al punto indicado, mientras se bordea la laguna Paucarcocha. “El río Warku, que baña las orillas de Tanta, forma esta inmensa
laguna que con otras dan nacimiento al río Cañete”, cuenta entusiasmado David.
Sabiendo eso, los pasos siguen su rumbo hasta la Comunidad Campesina de Huachipampa,
distrito de San Lorenzo de Quinti (Huarochirí, Lima). A esos 5 000 m.s.n.m. se le suman unos cuantitos
más en el ascenso al cerro Occha Punta, donde cientos y cientos de ovinos
pastean o se escabullen ante el avance de los extraños.
El desafío sigue cuesta arriba. La respiración es
acelerada. Las pisadas son todo lo contrario, pero no se detienen. En eso, ni
bien se llega a la cima del cerro, las
miradas apuntan a un imponente nevado. Ese
eres tú que miras hacia el sur. Transmites majestuosidad y tu belleza se impone
en todos los ángulos. Ellos ven claramente las caídas de agua que forman una
cadena de lagunas, como Piticocha y
Chuspi.
Todos están asombrados. Preguntan. David resuelve
las dudas. Hay satisfacción en los viajeros. Dan marcha atrás. Ponen muchas
ganas. Más aún cuando tienen en cuenta que en Huachipampa, una
buena pachamanca se está cocinando en las entrañas de la madre tierra. Se dice que así se agasaja a los
visitantes… Bueno, eso ya lo sabes.
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